Saludos espero que sea de su agrado

Los Hombres De La Historia -CEAL

martes, 27 de septiembre de 2011

094-EINSTEIN-L.Castellani y L.Gigante






Albert Einstein sigue siendo una figura mítica de nuestro tiempo; más, incluso, de lo que llegó a serlo en vida, si se tiene en cuenta que su imagen, en condición de póster y exhibiendo un insólito gesto de burla, se ha visto elevada a la dignidad de icono doméstico, junto a los ídolos de la canción y los astros de Hollywood.
Sin embargo, no son su genio científico ni su talla humana los que mejor lo explican como mito, sino, quizás, el cúmulo de paradojas que encierra su propia biografía, acentuadas con la perspectiva histórica. Al Einstein campeón del pacifismo se le recuerda aún como al «padre de la bomba»; y todavía es corriente que se le atribuya la demostración del principio de que «todo es relativo» a él, que luchó encarnizadamente contra la posibilidad de que conocer la realidad significara jugar con ella a la gallina ciega.
Albert Einstein nació en la ciudad bávara de Ulm el 14 de marzo de 1879. Fue el hijo primogénito de Hermann Einstein y de Pauline Koch, judíos ambos, cuyas familias procedían de Suabia. Al siguiente año se trasladaron a Munich, en donde el padre se estableció, junto con su hermano Jakob, como comerciante en las novedades electrotécnicas de la época.
El pequeño Albert fue un niño quieto y ensimismado, que tuvo un desarrollo intelectual lento. El propio Einstein atribuyó a esa lentitud el hecho de haber sido la única persona que elaborase una teoría como la de la relatividad: «un adulto normal no se inquieta por los problemas que plantean el espacio y el tiempo, pues considera que todo lo que hay que saber al respecto lo conoce ya desde su primera infancia. Yo, por el contrario, he tenido un desarrollo tan lento que no he empezado a plantearme preguntas sobre el espacio y el tiempo hasta que he sido mayor».
En 1894, las dificultades económicas hicieron que la familia (aumentada desde 1881, por el nacimiento de una hija, Maya) se trasladara a Milán; Einstein permaneció en Munich para terminar sus estudios secundarios, reuniéndose con sus padres al año siguiente. En el otoño de 1896, inició sus estudios superiores en la Eidgenossische Technische Hochschule de Zurich, en donde fue alumno del matemático Hermann Minkowski, quien posteriormente generalizó el formalismo cuatridimensional introducido por las teorías de su antiguo alumno. El 23 de junio de 1902, empezó a prestar sus servicios en la Oficina Confederal de la Propiedad Intelectual de Berna, donde trabajó hasta 1909. En 1903, contrajo matrimonio con Mileva Maric, antigua compañera de estudios en Zurich, con quien tuvo dos hijos: Hans Albert y Eduard, nacidos respectivamente en 1904 y en 1910. En 1919 se divorciaron, y Einstein se casó de nuevo con su prima Elsa.
Durante 1905, publicó cinco trabajos en los Annalen der Physik: el primero de ellos le valió el grado de doctor por la Universidad de Zurich, y los cuatro restantes acabaron por imponer un cambio radical en la imagen que la ciencia ofrece del universo. De éstos, el primero proporcionaba una explicación teórica, en términos estadísticos, del movimiento browniano, y el segundo daba una interpretación del efecto fotoeléctrico basada en la hipótesis de que la luz está integrada por cuantos individuales, más tarde denominados fotones; los dos trabajos restantes sentaban las bases de la teoría restringida de la relatividad, estableciendo la equivalencia entre la energía E de una cierta cantidad de materia y su masa m, en términos de la famosa ecuación E = mc², donde c es la velocidad de la luz, que se supone constante.
El esfuerzo de Einstein lo situó inmediatamente entre los más eminentes de los físicos europeos, pero el reconocimiento público del verdadero alcance de sus teorías tardó en llegar; el Premio Nobel de Física, que se le concedió en 1921 lo fue exclusivamente «por sus trabajos sobre el movimiento browniano y su interpretación del efecto fotoeléctrico». En 1909, inició su carrera de docente universitario en Zurich, pasando luego a Praga y regresando de nuevo a Zurich en 1912 para ser profesor del Politécnico, en donde había realizado sus estudios. En 1914 pasó a Berlín como miembro de la Academia de Ciencias prusiana. El estallido de la Primera Guerra Mundial le forzó a separarse de su familia, por entonces de vacaciones en Suiza y que ya no volvió a reunirse con él.
Contra el sentir generalizado de la comunidad académica berlinesa, Einstein se manifestó por entonces abiertamente antibelicista, influido en sus actitudes por las doctrinas pacifistas de Romain Rolland. En el plano científico, su actividad se centró, entre 1914 y 1916, en el perfeccionamiento de la teoría general de la relatividad, basada en el postulado de que la gravedad no es una fuerza sino un campo creado por la presencia de una masa en el continuum espacio-tiempo. La confirmación de sus previsiones llegó en 1919, al fotografiarse el eclipse solar del 29 de mayo; The Times lo presentó como el nuevo Newton y su fama internacional creció, forzándole a multiplicar sus conferencias de divulgación por todo el mundo y popularizando su imagen de viajero de la tercera clase de ferrocarril, con un estuche de violín bajo el brazo.
Durante la siguiente década, Einstein concentró sus esfuerzos en hallar una relación matemática entre el electromagnetismo y la atracción gravitatoria, empeñado en avanzar hacia el que, para él, debía ser el objetivo último de la física: descubrir las leyes comunes que, supuestamente, habían de regir el comportamiento de todos los objetos del universo, desde las partículas subatómicas hasta los cuerpos estelares. Tal investigación, que ocupó el resto de su vida, resultó infructuosa y acabó por acarrearle el extrañamiento respecto del resto de la comunidad científica.
A partir de 1933, con el acceso de Hitler al poder, su soledad se vio agravada por la necesidad de renunciar a la ciudadanía alemana y trasladarse a Estados Unidos, en donde pasó los últimos veinticinco años de su vida en el Instituto de Estudios Superiores de Princeton, ciudad en la que murió el 18 de abril de 1955.
Einstein dijo una vez que la política poseía un valor pasajero, mientras que una ecuación valía para toda la eternidad. En los últimos años de su vida, la amargura por no hallar la fórmula que revelase el secreto de la unidad del mundo hubo de acentuarse por la necesidad en que se sintió de intervenir dramáticamente en la esfera de lo político. En 1939, a instancias de los físicos Leo Szilard y Paul Wigner, y convencido de la posibilidad de que los alemanes estuvieran en condiciones de fabricar una bomba atómica, se dirigió al presidente Roosevelt instándole a emprender un programa de investigación sobre la energía atómica.
Luego de las explosiones de Hiroshima y Nagasaki, se unió a los científicos que buscaban la manera de impedir el uso futuro de la bomba y propuso la formación de un gobierno mundial a partir del embrión constituido por las Naciones Unidas. Pero sus propuestas en pro de que la humanidad evitara las amenazas de destrucción individual y colectiva, formuladas en nombre de una singular amalgama de ciencia, religión y socialismo, recibieron de los políticos un rechazo comparable a las críticas respetuosas que suscitaron entre los científicos sus sucesivas versiones de la idea de un campo unificado.
094-EINSTEIN-L.Castellani y L.Gigante

lunes, 26 de septiembre de 2011

093-LINCOLN-Mario Calamandrei






(Hodgenville, EE UU, 1809 - Washington, 1865) Político estadounidense. Abraham Lincoln nació en el seno de una familia de colonos cuáqueros. Durante su infancia y su juventud, marcadas por la pobreza de su familia, recorrió el Missisippi y vivió de cerca las condiciones infrahumanas que padecían los esclavos negros.
Abraham Lincoln tenía veintitrés años cuando dejó la granja donde trabajaba para combatir como soldado raso en la guerra contra los indios. Mientras tanto, emprendió su formación autodidacta y hacia 1836 logró licenciarse en derecho. Dos años antes, su actitud contraria a la esclavitud lo había conducido a intervenir en política, lo que le valió su elección como diputado de Illinois para el período 1834-1842. Merced a su defensa de mejores condiciones de vida para los negros y a su gran elocuencia, logró una gran popularidad en todo el estado.
En 1846 Lincoln alcanzó la jefatura del partido Whig, y como diputado del Congreso federal apoyó a los abolicionistas de Washington. Sin embargo, su decidida oposición a la guerra contra México, a cuya finalización obtuvo los territorios de Alta California, Nuevo México, el norte de Sonora, Coahuila y Tamaulipas y la anexión definitiva de Texas, le hizo perder muchos votos, y fracasó en las elecciones senatoriales de 1849.
Decepcionado, Lincoln se retiró de la política y durante seis años trabajó como procurador. Su regreso a la vida pública se produjo en 1854, cuando la cuestión de la esclavitud volvió al plano político a raíz de que la Kansas-Nebraska Act propugnara extenderla a los estados del noroeste. Si bien él inicialmente no apoyaba la abolición de la esclavitud en los estados en los que ya existía, sobre todo en los del sur, se oponía a que se instaurase en aquellos otros en los que no estaba autorizada. Particularmente célebre por la vehemencia de su verbo y la solidez de sus argumentaciones fue su discurso antiesclavista Peoria, en 1854.
Comprometido con la causa contra la esclavitud, Lincoln se afilió al Partido Republicano dos años más tarde. Derrotado de nuevo en las elecciones al Senado de 1858, la intensidad de la campaña antiesclavista y los duelos dialécticos que mantuvo con el candidato demócrata Stephen A. Douglas, elegido en la ocasión, le devolvieron la popularidad perdida. La moderación de sus posiciones fue decisiva para que en 1860 la convención republicana de Chicago lo eligiera candidato a la presidencia en detrimento de William H. Seward, representante de los abolicionistas más radicales.
Al año siguiente, favorecido por las divisiones internas de los demócratas, ganó las elecciones a la presidencia de la Unión, lo que desencadenó la reacción de los estados sudistas. Antes de que asumiera oficialmente la presidencia, éstos, encabezados por Carolina del Sur, se declararon independientes.
Aunque el estallido de la guerra civil parecía inevitable, Lincoln intentó detenerla y restaurar la unidad formando un gobierno de coalición con los sudistas. Iniciada la guerra de Secesión pese a todo, el presidente promulgó en 1862 la Homestead Act, para la colonización del Oeste, y propuso una abolición progresiva de la esclavitud, con el íntimo propósito de promover un acercamiento a la Confederación sudista que acelerara el fin de la contienda.
Tras comprobar una vez más la intransigencia del otro bando, el 1 de enero de 1863 decretó la emancipación de los esclavos en todo el territorio de la Unión. Al año siguiente, cuando las fuerzas del Norte ya dominaban casi por completo la situación y el fin del enfrentamiento bélico se veía próximo, Lincoln fue reelegido para un nuevo mandato con un programa de reconstrucción nacional que no pudo realizar: a los cinco días de finalizar la guerra de Secesión, Abraham Lincoln fue asesinado mientras asistía a una función teatral en Washington por un actor sudista llamado John Wilkes Booth.
093-LINCOLN-Mario Calamandrei

miércoles, 21 de septiembre de 2011

092-MARCO POLO-Ugo Tucci




A finales del siglo XIII, Venecia seguía siendo una de las mayores potencias comerciales y marítimas del mundo. Era habitual escuchar allí, a la sombra de las cúpulas de ópalo, junto a los suntuosos palacios y a la vista de las doradas góndolas, las historias más extraordinarias y peregrinas. Pero las que contaba maese Marco Polo, recién llegado de los confines del mundo, eclipsaban a todas. Aseguraba haber visto extraer de las entrañas de la tierra, en la China, unas piedras negras que ardían mejor que la leña. Los venecianos, al oírle, se burlaban; para ellos, el carbón de piedra era una cosa de lo más fantástica. También hablaba de otra piedra que podía hilarse como si fuera lana, pero que era incombustible; sus oyentes reventaban de risa: aún más difícil de concebir que el carbón era el amianto. Tampoco le creían cuando describía una fuente que había contemplado en algún país remoto de la que no manaba agua, sino negrísimo aceite: sus conciudadanos no podían siquiera sospechar la existencia de los campos petrolíferos de Bakú.
Sin embargo, no era posible que un hombre, aun dotado de una portentosa fantasía, imaginara todo aquello. Marco Polo había regresado de sus viajes trayendo consigo grandes riquezas, entre las cuales quizás la más valiosa era la experiencia acumulada a lo largo de veinticuatro años de ausencia. Mil peripecias y hechos inverosímiles para sus contemporáneos cruzaban por su mente. Tenía mucho que contar, pues no en balde era uno de los más grandes viajeros que la humanidad ha conocido.
El Libro de las maravillas, que enriqueció en gran manera los conocimientos geográficos de los europeos, es la única fuente (excepto algún testamento y muchos pleitos) a la que se acude en busca de datos sobre la vida y milagros de Marco Polo y los suyos, ya que todo aquello que podría corroborar o desmentir lo que en él se cuenta no ha sido nunca hallado o, como su tumba, ha desaparecido. Por supuesto que un libro tan fantástico (y para algunos tan fantasioso), que ha padecido versiones, interpretaciones y traducciones sin cuento, ha provocado serias dudas, extensas discusiones y alguna descalificación. A pesar de ello, todos los estudiosos parecen estar de acuerdo en afirmar que los Polo, comerciantes de modesta fortuna, provenían de una familia dálmata de Sabenico que se instaló en Venecia en el siglo XI, y citan incluso al abuelo Andrea. No tardaron en integrarse en el dinámico mundo comercial veneciano, convirtiéndose en una familia de audaces mercaderes. El abuelo de Marco tuvo tres hijos: Andrea, Nicolás y Mateo. A ninguno de los tres les arredraban las fatigas ni las distancias si vislumbraban una sustanciosa transacción económica.
Andrea, el primogénito, se estableció en Constantinopla y estableció fructíferas relaciones con los hombres de las caravanas que venían de lejanos países situados más allá del mar Negro. Las noticias que hablaban de las conquistas de los mongoles en el Asia Occidental hicieron pronto mella en su agudo sentido comercial, de modo que llamó a sus hermanos, que permanecían en Venecia, y les animó a no desaprovechar aquella magnífica ocasión de hacer grandes negocios.
La historia del «viajero maravilloso» empezó allá por el año 1253, unos meses antes de su nacimiento y, como es de rigor, con un viaje. Su padre, Nicolás Polo, se despidió de su esposa encinta y, con su hermano Mateo partió rumbo a Constantinopla en una galera repleta de madera, hierro en lingotes y forjado, grano, tejidos de lana y carne salada. La aguja magnética (recientemente importada) y las estrellas guiaron felizmente su camino hasta la capital de los griegos. Al poco de llegar, la mujer de Nicolás dio a luz en Venecia, en 1254, a Marco.
Nada se sabe de los primeros años de vida de aquel niño que debió de corretear por las plazas y los puentes de Venecia. Huérfano de madre muy pronto, se cree que vivió al cuidado de su tía Flora. Parece ser que recibió instrucción, ya que sabía leer y escribir, pero sin duda su mejor escuela se la ofreció la Venecia por la que vagaba. Una Venecia que vibraba al compás de los negocios y que castigaba con más dureza los crímenes contra la propiedad que los que se perpetraban contra las personas.
Pasaron seis años. Mientras Marco crecía en Venecia, Nicolás y Mateo comerciaban en Constantinopla, hasta que un día de 1259, intranquilos por las amenazas que se cernían sobre la ciudad, decidieron abandonarla para instalarse en Crimea, en la ciudad de Soldaia, donde los negocios no resultaron tan prósperos como esperaban. Se internaron entonces en la región de las estepas y se establecieron en Bolgar.
Transcurridos dos años más, la nostalgia comenzó a aguijonearles y, en la primavera de 1262, se prepararon para regresar. Pero el destino tenía otros planes para ellos. Estalló una guerra entre reyes mongoles y el retorno se presentó complicado y lleno de peligros. Resolvieron entonces viajar rumbo al sol naciente y se instalaron en Bujara en espera de una ruta tranquila para regresar a Venecia. El viaje no fue fácil, pero los Polo eran una raza de pioneros infatigables; compraron aquí, vendieron allá, aprendieron extrañas lenguas y descubrieron nuevos mercados, recibiendo buen trato en todas partes y estableciendo provechosos acuerdos con los mongoles. Éstos, que tanto pavor causaban a la Cristiandad, resultaron ser unos hábiles administradores que vivían en paz con los pueblos sometidos. La muralla musulmana, que desde el siglo VII impedía todo contacto entre China y Occidente, no era ya más que una simple cortina. Los hermanos Polo habían sido los primeros en cruzarla con éxito.
En la ciudad de Bujara, en el corazón de Asia y a casi cinco mil kilómetros de distancia de su país de origen, Mateo y Nicolás permanecieron durante tres años, entregados de lleno al comercio. Un día llegó hasta ellos una comisión enviada por el gran Kublai Khan, cuyo imperio se extendía desde el mar Ártico hasta el océano Índico, y desde las costas del Pacífico hasta las fronteras de Europa Central. La comisión les entregó la invitación para que le visitasen. Un año de viaje les costó llegar a presencia del rey.
El Khan no había visto nunca europeos occidentales y era un hombre extremadamente curioso. Nieto del mítico Gengis Khan, Kublai tenía 43 años cuando los Polo fueron conducidos a su presencia. Se trataba de un déspota inteligente y experimentado, excelente gobernante y buen general, que poseía además un espíritu ávido de conocimientos. Les hizo mil preguntas sobre las costumbres europeas, en especial sobre su religión y el papa de Roma, de quien había oído hablar en términos elogiosos.
Para éste último les dio además un sorprendente encargo. Kublai, demostrando que era sumamente abierto en materia religiosa, pedía al papa que le enviara cien hombres doctos en el credo cristiano, a fin de que tuviesen una controversia con los bonzos, los monjes budistas de su país, prometiendo convertirse él y su pueblo al cristianismo si demostraban que la suya era mejor religión. Y como prueba de su eclecticismo, pidió también a los mercaderes que le llevasen aceite de la lámpara del Santo Sepulcro.
Los dos comerciantes, convertidos en mensajeros por obra y gracia del gran Kublai, se pusieron en camino dispuestos a cumplir con la misión, y después de un viaje de tres años llegaron a Venecia en 1269. La mujer de Nicolás había muerto. Nicolás vio por primera vez a su hijo Marco, que ya tenía quince años y era un muchacho inteligente, despierto y de notable curiosidad.
Los viajeros pasaron dos años en Venecia disfrutando de un monótono cambio de vida; mientras esperaban la elección de un nuevo papa (Clemente IV había muerto aquel mismo año) para hacerle entrega de la carta, Nicolás se casó de nuevo. La preocupación de los Polo por la misión incumplida se acrecentaba y la elección del nuevo papa se demoraba, por lo que decidieron regresar a China.
Nicolás (dejando también esta vez a su actual esposa embarazada), Mateo y el joven Marco, de diecisiete años, embarcaron en dirección a Acre. Su primera inquietud era localizar a Teobaldo de Piacenza, legado papal, a quien Nicolás y Mateo ya conocían de su anterior viaje, y pedirle la autorización necesaria para viajar a Jerusalén. Con los papeles en regla, los tres Polo navegaron rumbo a Joppe y luego cubrieron una jornada de trece leguas hasta Jerusalén.
Ejecutado el primero de los encargos del Gran Khan, regresaron a Acre con el santo óleo y se aprestaron a buscar justificación para no cumplir con el segundo. Teobaldo les proveyó de cartas que acreditaban la demora que les ocasionó la muerte del papa y el retraso en la elección de su sucesor.
Los Polo, ahora ya tranquilos, reanudaron el viaje, aunque consiguieron avanzar bien poco. En Layas se encontraron con que una rebelión bloqueaba la ruta de las caravanas, y mientras esperaban pacientes que se despejase el camino recibieron un correo de Acre. Tebaldo, con el nombre de Gregorio X, era el nuevo papa. Los Polo regresaron a Acre en busca de los cien doctores cristianos, aunque les proporcionaron sólo dos frailes predicadores.
A comienzos de 1271 decidieron partir de nuevo hacia la corte del Gran Khan. El hijo de Nicolás, Marco, suplicó a su padre que le permitiera unirse a la expedición. Hacía dos años que escuchaba día tras día los relatos de los viajeros, y creía ciegamente en sus historias. Les había acompañado en la visita al papa y, aunque sólo tenía diecisiete años, estaba imbuido del espíritu de la familia. Nicolás no pudo negarse. Sabía que Marco era capaz de cualquier cosa, que poseía una curiosidad insaciable, una memoria privilegiada y una capacidad para sobreponerse a las contrariedades posiblemente mayor que la suya.
Gracias a los antiguos salvoconductos del emperador, los tres viajeros pudieron avanzar sin tropiezos. Sin embargo, los dos frailes que les acompañaban decidieron volver atrás a la primera señal del peligro. Los Polo continuaron su camino, que duró más de tres años. Marco Polo, que hizo una crónica minuciosa y amplia de todo aquello que vio, dedicó sólo una breve página a la ruta precisa que siguieron desde Venecia a Xanadú, dejando la reconstrucción del itinerario exacto a los lectores. Sin embargo, parece que después de atravesar la Pequeña Armenia, de la que describió el comercio, la caza y las costumbres de sus gentes, «que aunque cristianas no son buenas porque no practican la religión como los romanos», llegaron a Anatolia, que Polo llamó Turcomania, tierra de tejedores de «las alfombras más hermosas del mundo», y de allí a la Gran Armenia, en donde vio «una fuente de la cual mana aceite que no puede ser utilizado como alimento, pero que es excelente combustible».
Visitaron luego Mosul, en donde «se hacen las más bellas telas de oro y seda, llamadas mosulin», y se extasió en Tabriz ante el mayor mercado de perlas del globo. En Saba dijo haber admirado las tumbas de los tres Reyes Magos, y, en Kerman, las famosas turquesas, que llevan aparejada la desdicha amorosa de quien las posee, porque se cree que provienen de los esqueletos de las personas desgraciadas en amores.
Fueron atacados por bandidos e intentaron fatigosamente llegar a Ormuz, desde donde pretendían embarcarse rumbo a China, aunque una vez allí cambiaron los planes a la vista del riesgo que suponía la poca solidez de los barcos. Emprendieron entonces rumbo al nordeste y se internaron en el continente hasta Tunocain, después de cruzar regiones desérticas. Los días transcurrieron agotadores hasta llegar a Balkh, en el Afganistán septentrional. Decidieron tomarse un largo y merecido descanso en Balashan, en donde la caravana se detuvo un tiempo.
Comprando y vendiendo, aumentando en definitiva las ganancias (aunque sin hablar nunca de ello), cazando de vez en cuando y admirando siempre a las mujeres («las doncellas mahometanas de Tunocain, en mi opinión las más bellas del orbe», o las damas de Balashan, sitio en que «aquella que parece más gruesa de cintura para abajo es la considerada más hermosa»), viajó Marco Polo con sus parientes por la inmensa Asia. Habían recorrido ya gran parte del camino iniciado en la primavera de 1271, y en ningún momento había dejado Marco Polo de anotar en su memoria las industrias, los frutos, los animales (la oveja salvaje que se llamaría Ovis poli en su honor) y todo aquello que excitaba su curiosidad, que era mucho.
En junio de 1275 llegaron por fin a Xanadú, residencia veraniega del monarca, que huía durante unos meses del calor de Cambaluc (Pekín), su capital. Kublai recordó perfectamente a sus amigos, leyó la carta del papa sin dar muestras de decepción por la ausencia de los cien sabios y puso el aceite del Santo Sepulcro junto a sus demás tesoros. Cuentan que Kublai preguntó inmediatamente quién era aquel avispado joven que acompañaba a los viajeros, a lo que Nicolás respondió: «Es mi hijo y vuestro servidor, y conmigo lo he traído con grandes peligros y esfuerzos de tan lejanas tierras, considerándolo la más preciosa prenda que poseo, para ofrecéroslo como esclavo».
Y así fue. Marco Polo sirvió a Kublai durante diecisiete años, encargado sobre todo de observar, apuntar e informar. Impresionado el rey, tanto por la agudeza e inteligencia del veneciano como por la desenvoltura con que trataba los asuntos políticos, le envió en primer lugar a la ciudad de Caragian (en la provincia de Yunan, a seis meses de viaje de la capital), donde cumplió su cometido con tanta brillantez y elaboró un informe tan minucioso que maravilló a propios y extraños.
Embajador durante un año en Campicion, varias estancias en Quinsay para controlar al receptor de impuestos, gobernador durante tres años en Yangzhou, además de una embajada en la India, fueron algunas de las misiones que siguieron y entre las que intercaló algún vagabundeo por cuenta propia. Para entonces, Marco ya dominaba varias lenguas y dialectos orientales y podía, por lo tanto, recorrer sin intérprete los diversos países que se integraban en el vasto imperio mongol. Los vívidos y brillantes relatos de sus experiencias y la facilidad con que recordaba miles de detalles encantaban al Khan, aburrido de la monotonía de los informes de sus funcionarios.
Mientras servía a su señor, se empapaba de la vida en China y no dejaba de observar el más mínimo detalle. Marco Polo vio y describió la maravillosa civilización de la China medieval. Los adelantos de este país en relación a la Europa de la época pueden comprobarse por las cosas que el infatigable viajero recordaría luego como admirables y nuevas para él: calles amplias, rondas de policía por la noche, carruajes públicos, puentes de altura suficiente para permitir el paso de los barcos, desagües bajo las calles o caminos bordeados a ambos lados por árboles fragantes y exquisitamente cuidados. Comparó la severa reglamentación de la prostitución en los dominios del Khan con la promiscuidad de la Venecia de su tiempo, se asombró del uso del papel moneda y describió algunos de los alimentos que consumían, como los helados y las pastas: «El trigo no goza de tanto auge entre ellos, pero lo cosechan y consumen en forma de macaroni u otras clases de pastas». Se asombró también «ante una clase de grandes piedras negras que se extraen de las montañas..., que dan fuego y llamas como si fueran leños y sirven para cocinar mejor que la madera».
Entretanto, su padre y su tío se enriquecían con el comercio. Discretos, eficientes y fieles, los tres venecianos jamás habían decepcionado a su señor, que sentía por ellos un verdadero aprecio. Se habían hecho ricos, pero se sentían cansados y tenían nostalgia de las suaves brisas del Adriático, del brillo de la cúpula de San Marcos, de la llamada de los gondoleros y del dulce acento de la lengua italiana. Ya era tiempo de regresar a la patria para gozar de su fortuna y establecer a Marco.
La dificultad estribaba en encontrar un pretexto para separarse de Kublai sin ofenderlo y, sobre todo, sin poner en peligro el precio de sus fatigas. El Gran Khan envejecía y la envidia por los favores que de él habían recibido crecía a su alrededor. Conocían China lo suficiente como para saber que la muerte de su señor sería la suya. Pero era más fácil entrar en la corte de Kublai que salir de ella. Nicolás fue el encargado de pedir un primer permiso, «porque en mi tierra tengo esposa y por ley de cristianos no puedo desampararla mientras viva». El rey encontró quizás el pretexto demasiado fútil y le respondió que, aunque podían andar por cualquier parte de sus dominios, por «nada del mundo podían abandonarlos». Siguieron otras peticiones y la respuesta sería siempre negativa, alegando que le resultaban necesarios.
Mientras tanto, los astutos mercaderes vendieron cuanto poseían, invirtieron el producto en piedras preciosas y confeccionaron tres vestidos forrados de guata, a la que cosieron las joyas. Finalmente se presentó una ocasión favorable. El gobernador mongol de Persia, Argón, que era primo de Kublai, había enviudado. La última voluntad de su esposa consistía en que la nueva consorte fuera escogida por el emperador entre los descendientes de Gengis Khan. Recibió este encargo Kublai y designó a una hermosa princesa de diecisiete años, Cocachin, dando inmediatamente la orden de que fuera llevada hasta la lejana Persia.
Los Polo se ofrecieron para cumplir esta misión. Marco acababa de regresar de la India y había traído valiosos informes. Era fácil, decía, llegar al golfo Pérsico costeando el continente para evitar los numerosos peligros que jalonaban las rutas terrestres. De mala gana, el Khan aceptó. Puso a disposición de los venecianos trece bajeles, tripulación y una escolta, les entregó una gran fortuna en oro y les confió a la doncella. Por fin, a mediados del año 1292, los Polo abandonaron Pekín.
Los Polo, guardianes la princesa Cocachin, futura reina de Persia, embarcaron en uno de los enormes barcos fletados para la expedición e iniciaron el largo viaje de China a Persia, primero, y a Venecia, después. Marco Polo continuó con la inveterada costumbre de describir puntualmente los países por los que pasaban. El primero que cita es Sumatra, dividido en varios reinos, en donde se detuvieron cinco meses a causa del mal tiempo. Allí aprendieron a hacer vino de palma y se enteró de las propiedades de los cocos como bebida y alimento.
De Sumatra pasaron a las islas Andaman y de allí a Ceilán, en la costa India. En Malabar visitó las pesquerías de perlas y no olvidó reseñar que «quien bebe vino no puede ser testigo, ni aquel que navega por la mar. Porque ellos dicen que un bebedor de vino y aquel que navega por la mar son gentes desesperadas y no los aceptan como testigos, ni toman en cuenta su testimonio». Crédulo, Marco Polo repite algún que otro cuento fantástico, como cuando asevera que «los niños indios al nacer son de tez clara, pero sus padres los bañan semanalmente con aceite de sésamo y se vuelven tan negros como diablos».
Dos años y medio duró el viaje hasta llegar a Ormuz, que ya conocían. Argón había muerto y la princesa Cocachin se convirtió en un estorbo con el que no sabían qué hacer. Finalmente la casaron con el hijo de Argón y quedaron libres de su encargo. Llegaron al puerto de Venecia un día de invierno de 1295.
Habían pasado veinticinco años desde que abandonaran Venecia; Nicolás y Mateo eran ya viejos, Marco Polo tenía cuarenta y dos años y había pasado la mayor parte de su vida en tierras lejanas; era un extraño de acento extranjero que «tenía un indescriptible aire tártaro, al igual que tártaro era su acento, habiendo olvidado casi la lengua veneciana».
Cuando llamaron a la puerta de su casa, en el canal de San Juan Crisóstomo, alguien que no conocían fue a abrir. Durante su larga ausencia, sus parientes les habían creído muertos y sus bienes habían sido vendidos. Nadie reconoció a aquellos tres extraños peregrinos ataviados con ropas andrajosas y sucias. Las palabras de su dialecto véneto se les enredaban en la lengua, de modo que les suponían extranjeros. Para probar su identidad, los Polo dieron un banquete al que invitaron a numerosas personalidades. Durante la velada cambiaron sus vestidos varias veces y, por último, se pusieron los harapos que les cubrían al regresar, descosieron los forros y mostraron sus riquezas ante la estupefacta concurrencia. Tal abundancia de zafiros, diamantes, rubíes y perlas fue para aquellos cresos mercaderes una prueba más tangible que todos los relatos del mundo. Los viajeros respondieron de buen grado a cuantas preguntas les fueron hechas. Su historia, sin embargo, pareció tan fantástica a todos, que en adelante, para designar a un charlatán, se solía decir en Venecia: "¡Éste es un Polo!"
Aunque tachados de fantasiosos, los Polo eran extraordinariamente ricos. Tanto que, cuando se suscitó la guerra entre Génova y Venecia, Marco armó una galera a su costa y la mandó como capitán. Pero el Marco Polo guerrero no tuvo tanta fortuna como el explorador y comerciante. En 1298, en la batalla de Curzola, cayó prisionero y fue llevado a Génova, donde fue obligado a desfilar descalzo por las empedradas calles antes de ser encerrado en un calabozo del palacio del Capitano del Popolo.
A esta desgracia, sin embargo, le debe Marco Polo parte de su celebridad. Porque fue durante su cautiverio cuando dictó el maravilloso libro de sus viajes. En efecto, un hombre de letras prisionero como él, Rustichello de Pisa, se sintió fascinado por sus narraciones y les dio forma durante las largas horas que ambos pasaron juntos en la cárcel genovesa. Rustichello, autor de varios romances franceses sobre el rey Arturo, aceptó con presteza la posibilidad de colaborar en la descripción del mundo. Marco Polo pidió a su padre que le enviase las notas que había tomado en el transcurso de sus viajes y dictó a su compañero todo lo que había vivido hasta aquel momento.
Así surgieron, en francés, en un francés quizá no muy correcto gramaticalmente y en el que abundan los términos italianos, una obra a la que se conoce con múltiples títulos: La descripción del mundo, El libro de Marco Polo, El libro de las maravillas, Los viajes de Marco Polo, apodado el Milione... El libro acababa en «el año de gracia de 1298», pero la vida de su héroe continuó.
Al año siguiente, Marco fue puesto en libertad y regresó a Venecia con el manuscrito, lo hizo copiar por unos amigos y lo mandó editar. La narración obtendría un éxito extraordinario, a pesar de que fue considerado como pura fantasía. Marco Polo tenía ya cuarenta y cinco años y se sumergió en los negocios. Poco a poco fue heredando de todos sus parientes, y cada vez fue más codicioso y amigo de pleitos. Contrajo matrimonio y aunque la fecha de su enlace con Donata, hija de Vitale Badoer, no consta en registro alguno (el primer informe documentado que sobre ella se conoce es un escrito legal del 17 de marzo de 1312, mediante el cual su tío liquidaba la dote en favor de Marco), nacieron tres hijas: Fantina, Bellela y Moreta.
Los años venideros se sucedieron monótonos y uniformes para aquel que había conocido las trifulcas de una corte fastuosa. Dedicado en cuerpo y alma al comercio, vendía lámparas de vidrio, traía a Venecia telas florentinas o importaba hojas de añil a gran escala. Cuentan que siempre citaba cifras astronómicas y se supone que de ahí le vino el sobrenombre de Milione: «A causa de repetir continuamente la historia que contaba con frecuencia sobre el esplendor del Gran Khan, de sus riquezas, que eran de diez a quince millones en oro, y del modo de hablar siempre de las otras muchas riquezas de aquellos países en términos de millones, le dieron el sobrenombre de messer Polo Milione». Se han dado, sin embargo, otras explicaciones sobre el apodo.
Vivió sus últimos años en paz y en el comercio hasta su muerte, en el atardecer del 8 de enero de 1324, muerte que, como él, pasó inadvertida para sus compatriotas. Tenía setenta años. Le enterraron, según sus deseos, al lado de su padre, en el pórtico de la iglesia de San Lorenzo, tumbas que, como casi todo aquello que forma parte de la vida o de la muerte de Marco Polo, han desaparecido.
Bien poco se sabe de su carácter o de su aspecto, y el «retrato de Marco Polo» que aparece en algún libro se debe sólo a la ilusión de su autor. Se supone que era fuerte y robusto, ya que soportó largos y fatigosos viajes, y, por el relato de su vida, nadie pone en duda que era un observador incuestionable, siempre atento. Lo describen también como inteligente, perseverante, paciente y enérgico. Impulsivo y algo terco en su juventud, lo templó el viaje en compañía de sus parientes mucho mayores que él, y pasó a ser, al final de su vida, amante del dinero y de los pleitos, puesto que no reparaba en lazos de familia cuando se le debía algo, por poco que fuera, lo cual pone de manifiesto que era implacable y rígido en sus relaciones comerciales. Fue un típico europeo de su tiempo, a quien ningún prodigio le parecía imposible, pero era, eso sí, tolerante con aquellos cuyas creencias eran distintas a las suyas.
Los extensos relatos sobre fiestas, vinos y comidas parecen indicar, además, que gozó de los placeres de la vida. Algunas notas dispersas de Libro de las maravillas hacen suponer que «era bien formado y simpático de figura y rostro, sin llegar a ser buen mozo», y a través de alguna frase puede deducirse que «mujeres de distintas razas lo hallaron atractivo», pero es muy difícil separar la realidad de la fábula en la vida de un veneciano que tuvo fama de cuentista.
Sus contemporáneos no lo tomaron en absoluto en serio, e incluso sus amigos, preocupados por la mala reputación que le reportaba «contar historias tan exageradas», le aconsejaron que «corrigiera la obra y retirara lo que hubo de escribir fuera de la verdad». Dicen que Marco Polo replicó: «No he escrito ni la mitad de las cosas que me fue dado ver». Medio siglo después, otros viajeros confirmaron, punto por punto, lo relatado por Marco. Se requirió mucho más tiempo para que el halo de fábulas que rodeaba su libro se disipara. Y ciento cincuenta años después, su información de que un gran océano bañaba Asia por oriente sugirió a un marino la idea de que, navegando hacia occidente a través del Atlántico, era posible llegar hasta China. Se trataba de Cristóbal Colón, y hoy sabemos que llevó consigo durante sus viajes un volumen de la fabulosa historia de Marco Polo.
092-MARCO POLO-Ugo Tucci

martes, 20 de septiembre de 2011

091-SARTRE-Guillermina Garmendia de Camusso





(París, 1905-id., 1980) Filósofo y escritor francés. Precoz lector de los clásicos franceses, en 1915 ingresó en el liceo Henri IV de París y conoció a Paul Nizan, con quien inició una estrecha amistad. Al año siguiente, el segundo matrimonio de su madre (considerado por Jean-Paul como «una traición») lo obligó a trasladarse a La Rochelle; hasta 1920 no regresó a París. En 1924 inició sus estudios universitarios en la École Normale Supérieure, donde conoció a Simone de Beauvoir, con quien estableció una relación que duraría toda su vida.
Tras cumplir el servicio militar, empezó a ejercer como profesor de instituto; en 1933 obtuvo una beca de estudios que le permitió trasladarse a Alemania, donde entró en contacto con la filosofía de Husserl y de Heidegger. En 1938 publicó La náusea, novela que pretendía divulgar los principios del existencialismo y que le proporcionó cierta celebridad, al tiempo que se convertía en símbolo de aquel movimiento filosófico. Movilizado en 1939, fue hecho prisionero, aunque consiguió evadirse en 1941 y regresar a París, donde trabajó en el liceo Condorcet y colaboró con A. Camus en Combat, el periódico de la Resistencia.
En 1943 publicó El Ser y la Nada, su obra filosófica más conocida, versión personal de la filosofía existencialista de Heidegger. El ser humano existe como cosa (en sí), pero también como conciencia (para sí), que sabe de la existencia de las cosas sin ser ella misma un en sí como esas cosas, sino su negación (la Nada). La conciencia sitúa al hombre ante la posibilidad de elegir lo que será; ésta es la condición de la libertad humana. Eligiendo su acción, el hombre se elige a sí mismo, pero no elige su existencia, que le viene ya dada y es requisito de su elección; de aquí la famosa máxima existencialista: «la existencia precede a la esencia».
Dos años más tarde, alcanzada ya la popularidad, abandonó la enseñanza para dedicarse exclusivamente a escribir; en colaboración con Aron, Merleau-Ponty y Simone de Beauvoir, fundó Les Temps Modernes, una de las revistas de pensamiento de la izquierda más influyentes de la posguerra.
Por esa época, Sartre inició una fluctuante relación con el comunismo, hecha de acercamientos (uno de los cuales provocó su ruptura con Camus en 1956) y alejamientos motivados por su denuncia del estalinismo o su protesta por la intervención soviética en Hungría. En su última obra filosófica, Crítica de la razón dialéctica (1960), se propuso una reconciliación del materialismo dialéctico con el existencialismo, al cual pasó a considerar como una ideología parásita del marxismo, y trató de establecer un fundamento de la dialéctica marxista mostrando que la actividad racional humana, la praxis, es necesariamente dialéctica.
En 1964 rechazó el Premio Nobel de Literatura para no «dejarse recuperar por el sistema»; decididamente contrario a la política estadounidense en Vietnam, colaboró con Bertrand Russell en el establecimiento del Tribunal internacional de Estocolmo para la persecución de los crímenes de guerra.
Tras participar directamente en la revuelta estudiantil de mayo de 1968, multiplicó sus gestos públicos de izquierdismo, asumió la dirección del periódico La Cause du Peuple y fundó Tout!, de orientación maoísta y libertaria. En 1975 se inició el progresivo quebranto de su salud; la ceguera lo apartó de la lectura y la escritura durante los últimos años de su vida, tras haber completado su postrera gran obra, El idiota de la familia (1971-1972), dedicada al tema de la creación literaria, fruto de diez años que dedicó a la investigación de la personalidad de Gustave Flaubert.
091-SARTRE-Guillermina Garmendia de Camusso

domingo, 18 de septiembre de 2011

090-GOETHE-Anna María dell'Agli




(Frankfurt, 1749-Weimar, id., 1832) Escritor alemán. Nacido en el seno de una familia patricia burguesa, su padre se encargó personalmente de su educación. En 1765 inició los estudios de derecho en Leipzig, aunque una enfermedad le obligó a regresar a Frankfurt. Una vez recuperada la salud, se trasladó a Estrasburgo para proseguir sus estudios. Fue éste un período decisivo, ya que en él se produjo un cambio radical en su orientación poética. Frecuentó los círculos literarios y artísticos del Sturm und Drang, germen del primer Romanticismo y conoció a Herder, quien lo invitó a descubrir a Homero, Ossian, Shakespeare y la poesía popular.
Fruto de estas influencias, abandonó definitivamente el estilo rococó de sus comienzos y escribió varias obras que iniciaban una nueva poética, entre ellas Canciones de Sesenheim, poesías líricas de tono sencillo y espontáneo, y Sobre la arquitectura alemana (1773), himno en prosa dedicado al arquitecto de la catedral de Estrasburgo, y que inaugura el culto al genio.
En 1772 se trasladó a Wetzlar, sede del Tribunal Imperial, donde conoció a Charlotte Buff, prometida de su amigo Kestner, de la cual se prendó. Esta pasión frustrada inspiró su primera novela, Los sufrimientos del joven Werther, obra que causó furor en toda Europa y que constituyó la novela paradigmática del nuevo movimiento que estaba naciendo en Alemania, el Romanticismo.
De vuelta en Frankfurt, escribió algunos dramas teatrales menores e inició la composición de su obra más ambiciosa, Fausto, en la que trabajaría hasta su muerte; en ella, la recreación del mito literario del pacto del sabio con el diablo sirve a una amplia alegoría de la humanidad, en la cual se refleja la transición del autor desde el Romanticismo hasta el personal clasicismo de su última etapa. En 1774, aún en Frankfurt, anunció su compromiso matrimonial con Lili Schönemann, aunque rompió el noviazgo dos años más tarde; tras aceptar el puesto de consejero del duque Carlos Augusto, se trasladó a Weimar, donde estableció definitivamente su residencia.
Empezó entonces una brillante carrera política (llegó a ser ministro de Finanzas en 1782), al tiempo que se interesaba también por la investigación científica. La actividad política y su amistad con una dama de la corte, Charlotte von Stein, influyeron en una nueva evolución literaria que le llevó a escribir obras más clásicas y serenas, abandonando los postulados individualistas y románticos del Sturm und Drang. En esa época empezó a escribir Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister (1795), novela de formación que influiría notablemente en la literatura alemana posterior.
En 1786 abandonó Weimar y la corte para realizar su sueño de juventud, viajar a Italia, el país donde mejor podía explorar su fascinación por el mundo clásico. De nuevo en Weimar, tras pasar dos años en Roma, siguió al duque en las batallas prusianas contra Francia, experiencia que recogió en Campaña de Francia (1822). Poco después, en 1794, entabló una fecunda amistad con Schiller, con años de rica colaboración entre ambos. Sus obligaciones con el duque cesaron (tan sólo quedó a cargo de la dirección del teatro de Weimar), y se dedicó casi por entero a la literatura y a la redacción de obras científicas.
La muerte de Schiller, en 1805, y una grave enfermedad, hicieron de Goethe un personaje cada vez más encerrado en sí mismo y atento únicamente a su obra. En 1806 se casó con Christiane Vulpius, con la que ya había tenido cinco hijos. En 1808 se publicó Fausto y un año más tarde apareció Las afinidades electivas, novela psicológica sobre la vida conyugal y que se dice inspirada por su amor a Minna Herzlieb. Movido por sus recuerdos, inició su obra más autobiográfica, Poesía y verdad (1811-1831), a la que dedicó los últimos años de su vida, junto con la segunda parte de Fausto.
090-GOETHE-Anna María dell'Agli

jueves, 8 de septiembre de 2011

089-HEGEL-Livio Sichirollo



(Stuttgart, actual Alemania, 1770 - Berlín, 1831) Filósofo alemán. Hegel estudió primero en el instituto de su ciudad natal, y entre 1788 y 1793 siguió estudios de teología en Tubinga, donde fue compañero del poeta Hölderlin y del filósofo Schelling, gracias al cual se incorporó en 1801 como docente a la Universidad de Jena, que sería clausurada a la entrada de Napoléon en la ciudad (1806).
Al tiempo que se introducía en la obra de pensadores como Schiller, Herder, Lessing y Kant, Hegel compartió con sus compañeros el entusiasmo por la Revolución Francesa. Aunque al principio se hallaba muy próximo al idealismo de Fichte y Schelling, a medida que fue elaborando su propio sistema filosófico, ya profesor en la Universidad de Heidelberg (1816-1818) y luego en Berlín (1818-1831), se alejó progresivamene de ellos.
El propio Hegel calificaba el idealismo de Fichte de «subjetivo», el de Schelling de «objetivo» y el suyo como «Absoluto» para denunciar la incapacidad de éstos para resolver la contradicción, tarea que para él constituía el objetivo último de la filosofía: «La supresión de la diferencia es la tarea fundamental de la filosofía».
No en vano el de Hegel es el último de los grandes sistemas concebidos en la historia de la filosofía. La «contradicción» significa aquí el conjunto de oposiciones que había venido determinando la historia de las ideas desde el pensamiento clásico: lo singular y lo universal, la Naturaleza y el Espíritu, el bien y el mal, etc. La superación de la contradicción debe llevarse a cabo a partir del pensamiento «dialéctico», cuyas fuentes están en Heráclito y en Platón.
Si la filosofía alemana del momento se hallaba dominada por el concepto kantiano de noúmeno, que establecía el límite más allá del cual el conocimiento no podía avanzar, para Hegel «la filosofía tiene que dejar de ser "tendencia" al saber para ser un efectivo y pleno "saber", para ser ciencia (Wissenschaft)». Hegel parte de la realidad como un todo (monismo) compuesto por partes integrantes cuyo sentido sólo puede ser aprehendido por remisión a la totalidad en la que se inscriben.
Pero, a diferencia de sus antecesores, concibe una totalidad dinámica: cada cosa llega a ser lo que es en el seno de un continuo devenir, un proceso que es producto de la diferencia, del carácter constitutivamente contradictorio del ser. El movimiento esencial del ser es dialéctico, por cuanto expresa la pugna interna entre las partes para reducir su oposición a unidad. Dado que el pensamiento debe aprehender una realidad en movimiento, Hegel desarrolla una lógica que permite conocer el ser (el Absoluto) sin excluir el devenir y el cambio.
De ahí que su sistema sea dialéctico, por cuanto intenta concebir lo concreto desde el interior de lo absoluto, que se manifiesta como tal en la oposición a lo concreto y en su negación. Por ello, la «negatividad» es un concepto central en el sistema hegeliano, pues explica el devenir de cada objeto en su contrario, y la resolución de ambos en una nueva figura que a su vez será negada; al final del proceso, la esencia del Absoluto se revela como pura negatividad, es decir, como la ausencia (o mejor la negación) de cualquier determinación.
Al contrario de lo que sucede en otros sistemas, el Absoluto de Hegel se da como lo concreto, como suma de todos los momentos del proceso a la vez que como su resultado, superando la vaguedad de la abstracción, que constituye un momento del todo. La distinción entre sujeto y objeto resulta también superada («Todo lo racional es real y todo lo real es racional»), pues la historia del proceso de revelación del Absoluto (el Espíritu), que Hegel desarrolla en su Fenomenología del Espíritu, se da como proceso de autoconocimiento del propio Absoluto. La historia de los hombres es la expresión de un conflicto que tiende a desaparecer, marcado por un fin –telos– que consiste en la reducción de la diferencia a identidad absoluta.
089-HEGEL-Livio Sichirollo

088-ERASMO-Alberto Tenenti



(Rotterdam, c. 1469 - Basilea, 1536) Humanista neerlandés de expresión latina. Clérigo regular de san Agustín (1488) y sacerdote (1492), pero incómodo en la vida religiosa (que veía llena de barbarie y de ignorancia), se dedicó a las letras clásicas y, por su fama de latinista, consiguió dejar el monasterio como secretario del obispo de Cambrai (1493). Cursó estudios en París (1495) y, tras dos breves estancias en Países Bajos (1496 y 1498), decidió llevar vida independiente. En tres ocasiones (1499, 1505-1506 y 1509-1514) visitó Inglaterra, donde trabó amistad con J. Colet y con T. Moro, en cuya casa escribió su desenfadado e irónico Elogio de la locura (1511), antes de enseñar teología y griego en Cambridge.
En París inició, con Adagios (1500), un éxito editorial que prosiguió en 1506 con sus traducciones latinas (Luciano y Eurípides) y que culminó en Basilea (1515-1517 y 1521-1529) con sus versiones de Plutarco, sus ediciones de Séneca y de san Jerónimo y su gran edición del Nuevo Testamento (1516: con texto griego anotado y su traducción latina, muy distinta de la Vulgata), que le dio renombre europeo.
Si sus primeros diálogos Antibárbaros (1494) veían compatibles devoción y cultura clásica, en el Enquiridión (1504) defendía una audaz reforma religiosa. Fruto de las lecciones que diera para vivir, sus manuales de conversación latina (1497) son el origen de los Coloquios familiares (1518), de gran difusión y resonancia. Fue la crítica de L. Valla a la versión de la Vulgata lo que le decidió a dedicarse, algo tardíamente, a las letras sagradas para reconciliar cultura clásica y teología (se doctoró en esta ciencia en Turín en 1508).
En sus viajes, visitó también Padua, Siena, Roma (1509) y diversas ciudades de Alemania (1514), en cuyos círculos humanísticos fue acogido de forma triunfal. León X le dispensó de tener que vestir el hábito para que viviese en el mundo y fue nombrado consejero del emperador (a quien dedicó la Institución del príncipe cristiano, 1516).
Aunque inicialmente no le prestó gran atención, el crecimiento del problema luterano le hizo cada vez más difícil su insistente pretensión de neutralidad: si en 1517 se había ido a Lovaina, en 1521 hubo de salir de la ciudad y volver a Basilea, por lo insostenible de su situación (aun distanciándose claramente de Lutero, insistía en ser no beligerante) y para guardar su independencia. Pero en 1524 lanzó su Disquisición sobre el libre albedrío, con una violenta respuesta de Lutero (Sobre el albedrío esclavo, 1526) y con su correspondiente réplica (Hyperaspistes, 1526). Y, pese a su neutralidad en la pugna de Enrique VIII con el papa, su Ciceroniano (1527) refleja ya el desengaño de quien ve sus ideales contrariados por los hechos.
Implantada la Reforma en Basilea (1529), dejó la ciudad por la misma razón que dejara Lovaina y se retiró a Friburgo de Brisgovia. Sobre la buena concordia de la Iglesia (1534) es una obra en la que no parece poner sus ilusiones, y no hizo comentarios sobre la ejecución en Inglaterra de Fisher y de Moro (1535). El mismo año recomendó a Paulo III un tono conciliador en el futuro concilio y, desde Basilea (adonde había vuelto y de donde sus achaques no le dejarían salir), le rechazó el cardenalato; de poco antes de morir es su Sobre la pureza de la Iglesia cristiana (1536).
Para unos hereje (que preparó el terreno a la Reforma), para otros racionalista solapado u hombre de letras ajeno a la religiosidad (un Voltaire humanista) y para otros gran moralista y lúcido renovador cristiano, Erasmo quiso unir humanismo clásico y dimensión espiritual, equilibrio pacificador y fidelidad a la Iglesia; condenó toda guerra, reclamó el conocimiento directo de la Escritura, exaltó al laicado y rehusó la pretensión del clero y de las órdenes religiosas de ostentar el monopolio de la virtud.
088-ERASMO-Alberto Tenenti

miércoles, 7 de septiembre de 2011

087-PIAGET-Emilia Ferreiro




(Neuchâtel, Suiza, 1896-Ginebra, 1980) Psicólogo suizo. Jean Piaget se licenció y doctoró (1918) en biología en la Universidad de su ciudad natal. A partir de 1919 inició su trabajo en instituciones psicológicas de Zurich y París, donde desarrolló su teoría sobre la naturaleza del conocimiento.
Publicó varios estudios sobre psicología infantil y, basándose fundamentalmente en el crecimiento de sus hijos, elaboró una teoría de la inteligencia sensoriomotriz que describía el desarrollo espontáneo de una inteligencia práctica, basada en la acción, que se forma a partir de los conceptos incipientes que tiene el niño de los objetos permanentes del espacio, del tiempo y de la causa.
Para Piaget, los principios de la lógica comienzan a desarrollarse antes que el lenguaje y se generan a través de las acciones sensoriales y motrices del bebé en interacción con el medio. Piaget estableció una serie de estadios sucesivos en el desarrollo de la inteligencia:
1. Estadio de la inteligencia sensoriomotriz o práctica, de las regulaciones afectivas elementales y de las primeras fijaciones exteriores de la afectividad. Esta etapa constituye el período del lactante y dura hasta la edad de un año y medio o dos años; es anterior al desarrollo del lenguaje y del pensamiento propiamente dicho.
2. Estadio de la inteligencia intuitiva, de los sentimientos interindividuales espontáneos y de las relaciones sociales de sumisión al adulto. Esta etapa abarca desde los dos a los siete años. En ella nace el pensamiento preoperatorio: el niño puede representar los movimientos sin ejecutarlos; es la época del juego simbólico y del egocentrismo y, a partir de los cuatro años, del pensamiento intuitivo.
3. Estadio de las operaciones intelectuales concretas, de los sentimientos morales y sociales de cooperación y del inicio de la lógica. Esta etapa abarca de los siete a los once-doce años.
4. Estadio de las operaciones intelectuales abstractas, de la formación de la personalidad y de la inserción afectiva e intelectual en la sociedad de los adultos (adolescencia).
Jean Piaget ocupa uno de los lugares más relevantes de la psicología contemporánea y, sin lugar a dudas, el más destacado en el campo de la psicología infantil. Las universidades de Harvard, París, Bruselas y Río de Janeiro le otorgaron el título de doctor honoris causa.
Realizó múltiples estudios y escribió un gran número de libros; las obras más importantes de Piaget son El lenguaje y el pensamiento en el niño (1923); La representación del mundo en el niño (1926); El nacimiento de la inteligencia en el niño (1936); La psicología de la inteligencia (1947); Tratado de lógica (1949); Introducción a la epistemología genética (1950); Seis estudios de psicología (1964); Memoria e inteligencia (1968), y El desarrollo del pensamiento (1975).
087-PIAGET-Emilia Ferreiro

086-HIDALGO-Josefina Vázquez de Knauth








(Miguel Hidalgo y Costilla; San Diego Corralejo, Guanajuato, 1753 - Chihuahua, 1811) Patriota mexicano conocido también con el sobrenombre de El cura Hidalgo. Considerado como el padre de la patria mexicana, fue el iniciador de la lucha por la independencia.
Hijo segundo de don Cristóbal Hidalgo y Costilla, administrador de la hacienda de San Diego Corralejo, y de doña Ana María Gallaga Mandarte, tuvo tres hermanos. A los 12 años marchó a la ciudad mexicana de Valladolid (actual Morelia), donde realizó sus estudios en el Colegio de San Nicolás. Ya bachiller en 1770, marchó a al ciudad de México para cursar estudios superiores.
En 1773 se graduó como bachiller en filosofía y teología, y obtuvo por oposición una cátedra en el mismo Colegio de San Nicolás. Durante los años siguientes realizó una brillante carrera académica que culminó en 1790, cuando fue nombrado rector del Colegio de San Nicolás. En 1778 fue ordenado sacerdote; al recibir las órdenes sagradas ocupó varias parroquias, hasta que a la muerte de su hermano Joaquín, en 1803, lo sustituyó como cura de Dolores, en Guanajuato.
Hombre muy culto y profundo conocedor de las ideas de la Ilustración, las puso en práctica entre sus feligreses, en su mayoría indígenas, en el intento de mejorar sus condiciones económicas y de vida. Para ello les enseñó a cultivar viñedos, criar abejas y dirigir pequeñas industrias, lo que le valió el apoyo incondicional de sus feligreses.
En 1808, la invasión a España por las tropas napoleónicas y la consiguiente deposición de su monarca Carlos IV, y de su hijo Fernando VII, generaron gran oposición tanto en España como en América. Surgieron entonces numerosos grupos de intelectuales que discutían en torno a los problemas de la soberanía y la forma de gobernarse. En 1809 Hidalgo se unió a una de esas sociedades secretas, formada en Valladolid, cuyo fin era reunir un congreso para gobernar el Virreinato de Nueva España en nombre del rey Fernando VII, que en ese momento se encontraba preso de Napoleón, y en último caso lograr la independencia.
Los conjurados planeaban levantarse en armas contra el virrey de Nueva España el primero de octubre de 1810, pero fueron descubiertos a mediados de septiembre. Hidalgo y algunos otros conspiradores lograron ponerse a salvo gracias al aviso de Josefa Ortiz de Domínguez y se trasladaron a Querétaro, donde Hidalgo se reunió con Ignacio Allende.
El 16 de septiembre de 1810, Hidalgo enarboló un estandarte con la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de México, en el que se podía leer: "Viva la religión. Viva nuestra madre Santísima de Guadalupe. Viva Fernando VII. Viva la América y muera el mal gobierno". Hidalgo lanzaba así el llamado Grito de Dolores, que supuso el inicio de la revuelta; junto con Allende, consiguió reunir un ejército formado por más de 40.000 miembros.
El 21 de septiembre, el ejército de Hidalgo y Allende capturó Celaya, por lo que Hidalgo fue nombrado capitán general del Ejército Libertador e Ignacio Allende fue ascendido a teniente general. El obispo electo de Michoacán publicó un edicto el 24 de septiembre en el que eran excomulgados Hidalgo, Allende, Aldama y Abasolo. Seguidamente tomó las ciudades de Salamanca, Irapuato y Silao, hasta llegar a Guanajuato.
El 17 de noviembre Hidalgo se encaminó hacia Valladolid con siete mil hombres de caballería y doscientos cuarenta infantes, todos mal armados, entrando el 26 en Guadalajara, pero no logró llegar a la ciudad de México. En Guadalajara, Hidalgo expidió una declaración de independencia y formó un gobierno provisional; además decretó la abolición de la esclavitud, la supresión de los tributos pagados por los indígenas a la Corona y la restitución de las tierras usurpadas por las haciendas. A finales de año había perdido ya Guanajuato y Valladolid.
El 11 de enero de 1811 fue derrotado cerca de Guadalajara por un contingente de soldados realistas. Hidalgo huyó hacia Aguascalientes y Zacatecas, con la intención de llegar a Estados Unidos para buscar apoyos a su causa, pero fue traicionado por Ignacio Elizondo y capturado en las Norias de Acatita de Baján el 21 de mayo de 1811. Conducido a Chihuahua, Hidalgo fue juzgado en consejo de guerra y condenado a muerte. Lo degradaron como sacerdote y lo fusilaron en la mañana del 30 de julio de 1811. Su cabeza, junto con la de Allende y otros insurgentes, se exhibió como castigo en la alhóndiga de Granaditas de Guanajuato.
El gobierno virreinal estaba convencido de que con la muerte de los caudillos, fusilados en Chihuahua, acabaría el movimiento insurgente, pero no fue así; con la ayuda del pueblo, Ignacio López Rayón, lugarteniente de Hidalgo, retomó la lucha desde su refugio en Saltillo, al tiempo que en el sur del virreinato se había producido la sublevación de José María Morelos, seguidor de las ideas de Hidalgo. En 1821, el levantamiento obtuvo sus frutos y México logró su independencia de España.
Tras el establecimiento de la República Mexicana, en 1824, Hidalgo fue reconocido como primer insurgente y padre de la patria. El estado de Hidalgo lleva su nombre y la ciudad de Dolores pasó a llamarse Dolores Hidalgo en su honor. El 16 de septiembre, día en que proclamó su rebelión, se celebra en México el Día de la Independencia. Sus restos reposan en la Columna de la Independencia, en la ciudad de México.
086-HIDALGO-Josefina Vázquez de Knauth

jueves, 1 de septiembre de 2011

085-BOCCACCIO-Giuliano Innamorati


BAJAR "EL DECAMERON"
"FLORÍN" DE ÉPOCA
(?, 1313-Certaldo, actual Italia, 1375) Escritor italiano. Hijo natural del mercader y banquero florentino Boccaccio da Chellino, agente de la poderosa compañía financiera de los Bardi, no conoció la identidad de su madre. Las leyendas que el propio Boccaccio se encargó de difundir acerca de su vida no permiten determinar si nació en París, Certaldo o Florencia. Lo cierto es que creció en esta última ciudad, en el barrio de San Pietro Maggiore, y fue educado por Giovanni Mazzuoli da Strada, quien le inculcó la pasión por Dante que lo dominaría toda su vida.
Tras demostrar escasas aptitudes para las finanzas y el comercio, fue enviado por su padre a Nápoles, donde adquirió una sólida formación literaria gracias a las enseñanzas de los más ilustres eruditos de la corte napolitana: Paolo da Perugia y Andalo Delnevo. Lo que más le impresionó del ambiente napolitano fueron el refinamiento y la voluptuosidad que reinaban en la corte de los Anjou, en la cual convergían las culturas italiana, bizantina y árabe.
En ese contexto de intrigas y ambiciones cortesanas, amores prohibidos y sensualidad se sitúa su obra maestra, El decamerón, centrada en la figura cambiante y fascinadora de Fiammetta, hija ilegítima de Roberto de Anjou, y en sus propias aventuras juveniles, debidamente enriquecidas mediante brillantes ornamentos literarios e invenciones de todo tipo. El personaje de Fiammetta, a quien el autor pretendió haber amado, recorre obsesivamente toda su literatura anterior.
En Nápoles escribió tres obras relevantes: Filocolo (h. 1336), adaptación de la historia medieval de Floris y Blancaflor; Filostrato (1338), poema adscrito al ciclo de la guerra de Troya; y el poema épico La Teseida (1339-1340). La quiebra del banco de los Bardi le obligó a volver a Florencia (1340), donde sufrió graves penurias económicas y problemas domésticos. Su situación no lo apartó de su quehacer literario, que, por el contrario, al parecer salió reforzado de esa experiencia, que le acercó al ambiente picaresco de mercaderes del que provenía su familia. En esos años compuso el idilio pastoril Ameto, La amorosa visión, La elegía de doña Fiammetta, escrita en prosa, y Las ninfas de Fiésole, en el que recreó, con versos octosílabos, amores puros y nobles.
La peste que asoló Florencia en 1348 le inspiró la idea de El decamerón, que redactó entre ese año y el de 1353. La obra obtuvo un gran éxito, lo cual le valió, en adelante, ser promovido con frecuencia a cargos oficiales honoríficos. Desempeñó funciones de embajador, primero en Aviñón y luego en Roma. De esos años son Poema bucólico, conjunto de dieciséis églogas compuestas en latín e inspiradas en Virgilio, y dos obras de signo totalmente opuesto: Corbacho, violenta sátira social y sexual, y De las mujeres notables, que contiene una larga serie de edificantes biografías femeninas. En 1362, sin haber resuelto sus problemas financieros, se retiró a Certaldo, donde sufrió una crisis espiritual que lo llevó a renegar de El decamerón y a volcarse en el estudio y en las prácticas piadosas. Tras ser ordenado sacerdote, pasó a ocupar el cargo de confesor en 1360.
El humanismo que caracteriza las obras de madurez de Boccaccio, dedicado a comentar la obra de Dante en la iglesia de San Stefano de Badia por encargo de la nobleza florentina y a confeccionar una erudita compilación de la mitología clásica, se anticipa en buena medida al pensamiento y a la cultura renacentistas. Ese giro humanístico y religioso guarda relación con la amistad que por esos años entabló con Petrarca, cuya muerte, acaecida en octubre de 1374, lo sumió en una profunda tristeza.
Durante lo poco que le quedaba de vida, todos sus escritos serían un constante lamento por la pérdida del gran amigo y el abandono espiritual en que lo había dejado. Pero su legado literario más valioso, el que lo convierte en el fundador de la prosa italiana, son los cien cuentos que componen El decamerón, que dan cuenta de su visión a la vez cínica e indulgente de las flaquezas, los pecados y las corrupciones de los hombres de su época.
085-BOCCACCIO-Giuliano Innamorati