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Los Hombres De La Historia -CEAL

lunes, 20 de junio de 2011

059-SOLANO LOPEZ-León Pomer







(Asunción, 1827-Cerro Corá, 1870) Militar y político paraguayo. Hijo y sucesor de Carlos Antonio López, en la presidencia de su padre desempeñó importantes misiones políticas y diplomáticas y fue ministro de Guerra (1854) y vicepresidente. Elegido por el Congreso presidente de la República (1862-1869), llevó a cabo una política populista y promovió el desarrollo económico con miras a convertir el país en una potencia. Con el pretexto de oponerse a la intrusión de Brasil en los asuntos internos de Uruguay, dispuso la ocupación del Matto Grosso, pero Argentina, recelosa de sus ambiciones hegemónicas, impidió que el ejército paraguayo atravesase su territorio. El hecho fue suficiente para que Paraguay, en marzo de 1865, declarase la guerra a Argentina e iniciara su invasión. Este hecho, sumado al pacto firmado entre Argentina, Brasil y Uruguay, dio origen a la guerra de la Triple Alianza. Tras sucesivas derrotas tomó el mando de su ejército. Las negociaciones de paz (Yataity Corá, 1866) fracasaron, Paraguay fue bloqueado y López se rindió con unas condiciones que no fueron aceptadas por Brasil. Entonces, al mando de unos 15.000 hombres inició una desesperada resistencia. Murió en 1870 cuando combatía contra las fuerzas brasileñas.
La Guerra de la Triple Alianza fue una de esas empresas en la que todos los socios terminan en la ruina arrastrando consigo a la competencia. Ostensiblemente, sin embargo sólo el Paraguay terminó derrotado en ella. Y eso es incuestionable; es el episodio más traumático de toda su historia, fuente inagotable de mitología, hagiografía y propaganda populista de izquierda, derecha y centro. Los presuntos victoriosos de la contienda, Argentina y Brasil - el Uruguay fue siempre un socio menor que se limitó a enterrar sus muertos luego de las batallas sin recibir siquiera parte de los dudosos " premios " - hicieron descomunal sacrificio en la búsqueda de un objetivo elusivo que se dibujaba progresivamente y que al final resultó nimio, pues de la guerra no lograron algo inasequible por medios racionales. Para apropiarse de los territorios disputados por el Imperio no hubo necesidad alguna de embarcarse en una aventura bélica para la que nadie estaba preparado, pues el arte de la guerra de conquistas es un bien desconocido en la América Latina. Además, el valor real de los territorios así conquistados por las armas imperiales era muy inferior al costo total de la deuda externa, desequilibrio social, muertos y continuo subdesarrollo. Se quedaron los brasileños dueños de las inmensidades amazónicas, con miles de hectáreas de bosque virgen, omitiendo apropiarse de lo único que quizás hubiese justificado el esfuerzo - aunque anacrónicamente -, los Saltos del Guaira. Todo el drama actual de la deuda impaga e impagable de los brasileños a la Banca Internacional nació con la Guerra Grande condenándose así el país a ser un gigante, en potencia muy rico, pero realmente mendigo. La Guerra, iniciada por el exceso de romanticismo ensoñativo de Francisco Solano López, pero continuada por la tozudez irracional del Emperador Pedro II, terminó devorando a éste y a toda la estructura política cuyo eje era su propia persona. Terminadas las batallas, el Paraguay seguía siendo bravoso al Brasil, pues su ejército de ocupación hacía sangría de recursos, recibiendo a cambio el Imperio el dudoso honor de ser árbitro final de la siempre despelotada política paraguaya. Y aún con ese ejército, en el momento de tener que recibir sanción parlamentaria paraguaya el tratado Loizaga-Cotegipe, que concluía la Guerra y afirmaba la paz, los brasileños tuvieron que desembolsar oro a fin de obtener la aquiescencia guaraní. El Paraguay era en el siglo XIX un barril sin fondo para las finanzas brasileñas, le costó dinero al Brasil hacer la Guerra, le costó dinero lograr la paz y le costó dinero mantener las ambiciones argentinas a buen recaudo. A cambio de eso, el Imperio se contentó con unos kilómetros cuadrados de selva virgen. Obviamente, la reputación de habilidad y astucia con que muchos se empeñaban en revestir a la diplomacia luso-brasileña no fue ganada en el Paraguay el siglo pasado. El Paraguay fue un dolor de cabeza para el Brasil durante López; y después de López todo siguió igual.
La Argentina ni siquiera logró la extensión de territorio que codiciaba, por obra y gracia de su "aliado" el Brasil; y su economía, floreciente mientras la guerra devoraba productos, cae en una profunda depresión al finalizar ella, y no se recupera hasta el influjo masivo de inmigración europea que la convierte en potencia económica mundial. Esa era la Argentina proyectada por Bartolomé Mitre, el estadista más claro y exitoso de toda la historia rioplatense. De todos los contendientes, Mitre fue el único que tenía una meta clara, la unión y el fortalecimiento del estado argentino bajo el liderazgo económico e intelectual del puerto de Buenos Aires. Por medio siglo a partir de 1870, la argentina "mitrista" obtiene un grado de desarrollo económico similar al de los más avanzados países europeos y es capaz de competir ventajosamente con los propios Estados Unidos de América en la captación de inmigrantes europeos productivos. Desde la década del 30 del presente siglo se hicieron cargo de la conducción política argentina unos militares "nacionalistas" que en medio siglo lograron borrar el desarrollo económico y convirtieron al país en uno de los líderes mundiales del endeudamiento externo. Así, Mitre, acusado de "vender el país a los ingleses", realmente lo había convertido en aventajada potencia económica mundial y, muy irónicamente los nacionalistas con el ejército a la cabeza, que decían buscar independizar el país económicamente, lo convierten en deudores dependientes de la voluntad de los acreedores. La historia de Latinoamérica está plagada de éstas contradicciones.
059-SOLANO LOPEZ-León Pomer

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